martes, julio 08, 2025

LA LECHUZA JUZGADA POR LA INQUISICIÓN

🕯️ La lechuza que fue juzgada por la Inquisición de Sevilla




En pleno corazón de la Sevilla barroca, donde las calles estrechas eran surcos de susurros, rezos y temores, tuvo lugar uno de los episodios más insólitos —y perturbadores— de la historia del Santo Oficio. No fue un hereje, ni una bruja, ni siquiera un alquimista. Fue una lechuza. Un ave nocturna. Un ser sin voz para defenderse... acusado de pactar con el Diablo.


Los hechos se remontan a mediados del siglo XVII, en un barrio sevillano cercano al convento de San Leandro. Durante semanas, los vecinos no dejaban de escuchar el ulular lúgubre de una lechuza apostada sobre una cornisa. Coincidían esos lamentos nocturnos con episodios de enfermedad, abortos espontáneos y sueños extraños que mantenían a las mujeres en vilo. Algunos aseguraban haber visto sombras, otros juraban que el animal no era una simple criatura del bosque, sino una bruja transformada bajo pacto demoníaco.

El rumor se propagó como la pólvora. En una sociedad dominada por el miedo al pecado y la obsesión por la pureza de la fe, no hizo falta mucho para que las autoridades eclesiásticas intervinieran. La Santa Inquisición, alertada por confesores y clérigos locales, autorizó la captura del ave. Y así, una noche de invierno, la lechuza fue apresada por varios hombres y llevada a las dependencias del tribunal inquisitorial de Sevilla.

Los registros, aunque escuetos, no dejan lugar a la duda: el ave fue sometida a “examen”, vigilada, y finalmente, juzgada. No se encontraron “señales del maligno”, pero sí “comportamientos extraños” que los inquisidores interpretaron como “indicativos de presencia demoníaca”. El veredicto fue claro: la lechuza era una criatura impura, enviada para perturbar la fe. Su sentencia: la hoguera.

El animal fue quemado públicamente en un acto simbólico, acompañado de sermón y oración. No faltaron quienes lloraron de alivio... ni quienes, en silencio, se estremecieron ante lo absurdo del castigo.

Este caso, que hoy parece sacado de un relato de Goya o de una fábula macabra, nos recuerda cómo el
miedo y la ignorancia pueden convertir a cualquier ser vivo en enemigo. Incluso a una simple lechuza, símbolo ancestral de sabiduría, convertida en chivo expiatorio de una sociedad que temía lo que no entendía.

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