ENTRADA Nº174
En el maravilloso mundo de los enigmas, los investigadores, cronistas y periodistas tienen un gran aliado, uno que a menudo es incomprendido y subestimado: el testigo. Esta figura valiente y, en muchos casos, anónima, se atreve a compartir su experiencia, su testimonio, y su inquietud tras haber sido partícipe de un suceso que desafía la lógica y la comprensión convencional.
Sin los testigos, las historias de lo inexplicable quedarían en el olvido, y muchas verdades, por muy desconcertantes que sean, nunca verían la luz.Estos testigos, a pesar de su coraje al hablar de lo que han presenciado, frecuentemente enfrentan el ridículo de aquellos que desconocen o desprecian el mundo del misterio. Incluso se ven atacados por antiguos investigadores que, habiendo perdido la pasión o la fe en su labor, se han convertido en negacionistas. Estos críticos, desde su escepticismo, acusan a los testigos de padecer enfermedades mentales, de tener un desmedido afán de protagonismo, o simplemente de mentir sin escrúpulos. Este tipo de ataques no solo desacreditan a quienes han tenido experiencias extraordinarias, sino que también siembran el miedo y la duda en aquellos que podrían haber hablado.
Como resultado, muchas personas optan por callar para siempre, y con ello, se pierden innumerables historias de eventos extraños y sin explicación.Es lamentable que el miedo a ser ridiculizados o rechazados acalle tantas voces. Estos testigos, lejos de buscar fama o reconocimiento, suelen ser individuos comunes que han vivido algo extraordinario. Su deseo principal no es otro que el de ser escuchados, de encontrar consuelo y comunidad en quienes han vivido experiencias similares. Necesitan saber que no están solos, que su experiencia no es única, y que existen otros que pueden entenderlos.Es fundamental realizar un ejercicio de empatía para entender a estos testigos que prefieren silenciar su verdad, su historia, su inquietud. Imagínese usted mismo presenciando un objeto desconocido en el cielo o un fenómeno inexplicable. ¿Cómo reaccionaría al contarlo en su círculo cercano? ¿Cuántas miradas de burla o incredulidad recibiría? Incluso podría enfrentar comentarios hirientes en el trabajo, o ser objeto de mofa en redes sociales. ¿Por qué, entonces, complicarse la vida? Para muchos, es más fácil no hablar y zanjar el asunto.
Afortunadamente, como he señalado anteriormente, existe una pequeña pero valiente minoría que no permite que el miedo los silencie. Son aquellos que, pese a las críticas y al escepticismo, eligen mantenerse firmes en su verdad. Defienden su experiencia con convicción, porque es parte de su vida y de su realidad. Su testimonio, aunque a veces sea incómodo para la mayoría, mantiene vivo el interés por lo desconocido y el enigma.Este es precisamente el motivo por el que muchos temen "las risas", el escarnio social.
Pero, también es el motivo por el cual otros tantos eligen ser valientes. Porque el mundo de los enigmas y misterios no puede sobrevivir sin aquellos que, desafiando el juicio y la burla, deciden compartir su experiencia. Y es a estos valientes a quienes debemos nuestra gratitud, porque gracias a ellos, la búsqueda de respuestas continúa.La sociedad debe aprender a escuchar con más empatía y menos juicio, a valorar el testimonio de quienes se atreven a contar sus experiencias, y a reconocer que, aunque no tengamos todas las respuestas, el acto de preguntar y de compartir es, en sí mismo, una forma de avanzar hacia la verdad. Así, quizá, más personas se sentirán seguras de contar sus historias, y el misterio, en lugar de menguar, seguirá creciendo.
Así que os animo.a que si realmente habéis sido testigos de algo imposible, lo contéis,eso sí cuéntaselo a alguien con experiencia en este maravilloso mundo.