FOSILES EN SEVILLA
La ciudad de Sevilla, célebre por su espléndida arquitectura, historia y cultura, encierra un aspecto fascinante que, a menudo, pasa desapercibido para la mayoría de sus visitantes y habitantes: su profunda conexión con el pasado geológico de nuestro planeta. No es nada paranormal ni misterioso, pero ciertamente es curioso, y lo curioso, al igual que lo histórico, tiene su lugar en el rico tapiz de cualquier ciudad.
Entre las calles, monumentos y edificios icónicos de Sevilla se ocultan los vestigios de antiguos mares y ecosistemas que existieron hace millones de años. Estos rastros fósiles son testigos del tiempo,
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archivo de indias |
elementos incrustados en las piedras que conforman las paredes de lugares emblemáticos como la Catedral, la Plaza de España, la Fábrica de Tabacos, el Archivo de Indias o la Torre del Oro. Se trata de fósiles de erizos de mar, corales, amonites, caracoles, esponjas de mar y otros organismos que habitaron los océanos cuando los dinosaurios dominaban la tierra. Hoy, estos fósiles pueden ser tocados y observados, ofreciendo una ventana tangible a épocas remotas.
Los fósiles como testigos silenciosos del tiempo
Mario Parra, ambientólogo y guía de una de las rutas más curiosas de Sevilla, explica cómo durante el Jurásico, los amonites dominaban los mares, tal y como los dinosaurios gobernaban la tierra. Estos fósiles, incrustados en las estructuras urbanas, no solo son bellas huellas del pasado, sino que también proporcionan una perspectiva única sobre la historia natural que subyace bajo los pies de quienes pasean por Sevilla. Parra señala con admiración cómo, en pleno siglo XXI, es posible tocar fragmentos de estos antiguos mares mientras se camina por la ciudad.
Un ejemplo notable es el que se encuentra en el Casino de la Exposición de 1929, donde los pilares están decorados con conchas de amonites. Estos organismos, que habitaron los mares hace más de 150 millones de años, dejaron tras de sí conchas en forma de espiral que hoy se ven como adornos en laspiedras. No es solo una cuestión estética; es un recordatorio constante de que la vida en la Tierra es mucho más antigua y diversa de lo que solemos imaginar.
A cada paso, la historia geológica de Sevilla se entrelaza con su patrimonio cultural. Parra describe cómo, al caminar por una acera pavimentada con piedra rojiza, uno en realidad está pisando un antiguo arrecife de rudistas, organismos que formaron grandes estructuras calcáreas en los mares del Cretácico hace 70 millones de años. Los fósiles presentes en estas piedras son los restos inorgánicos de organismos marinos que, junto con los sedimentos, se compactaron para formar rocas. Con el paso del tiempo y los movimientos tectónicos, estas piedras fueron extraídas del fondo del mar y ahora forman parte de la Sevilla moderna.
Rutas que conectan con el pasado profundo
Para quienes deseen profundizar en esta faceta única de Sevilla, la empresa Ecomímesis organiza rutas guiadas que permiten explorar estos fósiles en detalle. Los visitantes pueden recorrer a pie o en bicicleta
las calles de la ciudad, experimentando un viaje que abarca millones de años. Una de las rutas se centra en los monumentos históricos, mientras que la otra transcurre por las áreas comerciales y calles,
mostrando cómo la vida antigua dejó su impronta en cada rincón de la ciudad
Lo que hace a estas rutas especialmente atractivas es su enfoque cronológico, lo que permite a los participantes seguir un recorrido temporal desde el Jurásico hasta épocas más recientes. A través de la observación de fósiles incrustados en las piedras, los visitantes no solo aprenden sobre la historia natural, sino también sobre cómo los movimientos de tierra han traído a la superficie tesoros geológicos que antes estaban sumergidos bajo los océanos.
El arte oculto de los fósiles
Uno de los aspectos más sorprendentes de esta exploración es la habilidad para descubrir los fósiles que, a primera vista, pueden pasar inadvertidos. A los pies de la Giralda, una gran piedra gris parece, a simple vista, un simple bloque de roca fracturado. Sin embargo, una inspección más cercana revela que las marcas en la superficie de la piedra son en realidad el rastro dejado por un erizo de mar con forma de corazón, que vivió hace aproximadamente 65 millones de años. Lo que una vez fue un ser vivo que se movía lentamente sobre un fondo marino fangoso, hoy se presenta como una "huella fósil" para quienes caminan por las calles de Sevilla.
Aún más asombroso es el fenómeno que ocurre cuando se vierte agua sobre ciertas columnas de la Catedral o del Archivo de Indias. Estas piedras, tratadas para blanquear su superficie, ocultan su verdadero color rojizo. Cuando el agua revela el tono original de la roca, emergen fósiles ocultos a simple vista, una prueba más de que la historia geológica está presente, aunque muchas veces se encuentre disimulada por el tiempo y el hombre.
Las columnas del Archivo de Indias ofrecen un espectáculo similar. En una de ellas, la piedra ostionera muestra claramente los fósiles de ostiones, mientras que otra revela los restos de caparazones de los llamados “dólares de arena”, unos erizos de mar que vivieron hace millones de años. Estos fragmentos fósiles, incorporados a la arquitectura de Sevilla, representan un curioso e impresionante testimonio de las antiguas formas de vida que alguna vez poblaron los mares.
Un viaje en el tiempo
Las rutas de fósiles en Sevilla no son solo una forma de entender el pasado geológico; también permiten a los visitantes ver la ciudad con una nueva perspectiva. Los fósiles, que han permanecido invisibles para la mayoría durante años, revelan una Sevilla que empieza no en el siglo XII o en la época romana, sino en el Jurásico, cuando la vida en la Tierra estaba en su infancia,
este descubrimiento transforma una simple caminata por la ciudad en un viaje a través del tiempo, un recordatorio de que, aunque el mundo cambia constantemente, algunas cosas, como las huellas dejadas por criaturas prehistóricas, permanecen inalterables, esperando ser descubiertas.
En última instancia, Sevilla, conocida por su legado histórico y cultural, ofrece a quienes se atrevan a explorarla, un vistazo a un pasado aún más remoto y primordial: el de los mares antiguos y la vida que una vez prosperó en ellos. Así, cada piedra, cada columna, cada rincón de esta ciudad milenaria, contiene no solo la historia de civilizaciones pasadas, sino también la memoria de un tiempo mucho más lejano, cuando la Tierra era joven y el mar lo cubría todo.