La puerta del Diablo de Triana: una leyenda maldita en el corazón del arrabal
Pocas ciudades pueden presumir de tener tanta historia bajo sus pies como Sevilla. Pero si hay un barrio donde la historia se mezcla con la leyenda como el vino con el barro, ese es Triana. Cuna de alfareros, flamencos, navegantes… y también de relatos inquietantes. Uno de los más olvidados —y a la vez más escalofriantes— es el de la llamada “puerta del Diablo”, una antigua entrada al arrabal que, según viejas crónicas y testimonios orales, fue escenario de apariciones y presencias inquietantes durante siglos.
Un acceso maldito entre sombras y supersticiones
Para comprender esta historia hay que remontarse a una época donde Triana era un arrabal separado del resto de Sevilla, al otro lado del río, comunicada con la ciudad por un puente de barcas o por caminos que bordeaban la muralla. Una de esas entradas, situadas cerca del actual trazado de la calle Pagés delCorro, era conocida popularmente como la puerta de los espíritus o, en su versión más tenebrosa, la puerta del Diablo.
¿Qué tenía de especial ese acceso? Según los cronistas del siglo XVII y algunos documentos parroquiales de San Jacinto, durante años hubo informes de apariciones nocturnas, figuras negras sin rostro, lamentos y carcajadas que salían de la nada, justo al cruzar esa puerta cuando caía el sol. Carreteros, aguadores y vecinos que volvían tarde del mercado de abastos juraban haber visto una sombra alta y encapuchada de pie junto al portón… que se desvanecía al intentar acercarse.
Incluso hay constancia de una orden temporal del Cabildo de “acelerar el cierre de esa entrada tras el anochecer para evitar supersticiones e incidentes”. El documento, datado en 1649 —año de peste—, muestra cómo el miedo convivía con la autoridad.
¿Un eco del más allá o una advertencia de los vivos?
Algunas versiones apuntan a que esa figura sombría era el alma en pena de un reo que murió torturado en las mazmorras del Castillo de San Jorge, antiguo cuartel de la Inquisición, muy cercano al lugar. Según la leyenda, aquel hombre fue ejecutado injustamente por herejía tras ser delatado por un vecino celoso. Se dice que, antes de morir, maldijo el acceso al barrio desde Sevilla, prometiendo que su espíritu custodiaría esa puerta “hasta que se hiciera justicia”.
Otros, más racionales, hablan de bandoleros o desertores que aprovechaban la fama oscura del sitio para asaltar a los viajeros. Pero ni siquiera esa explicación impidió que el miedo calara hondo. Algunas cofradías evitaban pasar por allí con imágenes al caer la noche, y durante generaciones se educó a los niños del barrio con una advertencia clara: “Si no quieres que el Diablo te susurre al oído, no pases por la puerta después del toque de ánimas”.
Las últimas apariciones y su lenta desaparición
A finales del siglo XIX, con la apertura urbana de Triana y la modernización de sus calles, la puerta fue demolida y el entorno reurbanizado. Sin embargo, los testimonios no cesaron de inmediato. Hay constancia en periódicos como El Liberal de una serie de fenómenos extraños ocurridos entre 1888 y 1892: faroles que se apagaban solos, animales que no querían cruzar el punto exacto, y una anciana que aseguró ver a “un hombre con ojos rojos y patas de cabra” junto a una tapia, justo donde antes estuvo el
portón.
portón.
Con el tiempo, la leyenda fue desapareciendo de la memoria popular, opacada por otras historias del barrio, como la de los gitanos alfareros o la del Cristo del Cachorro. Sin embargo, los viejos del lugar aún recordaban, hasta bien entrado el siglo XX, que había una esquina que no convenía cruzar solo por la noche.
¿Dónde estaba exactamente esta puerta?
Los estudios más recientes sitúan la famosa “puerta del Diablo” en el entorno de la calle Pagés del Corro, entre la actual parroquia de San Jacinto y el cruce con San Jorge, muy cerca del desaparecido convento de los Mínimos. Algunas obras arqueológicas han hallado restos de un portón de piedra del siglo XVI que bien podría haber sido el origen de la leyenda.
Hoy, allí no queda más que asfalto, semáforos y bares de tapas, pero si paseas por la zona en silencio una noche sin tráfico y prestas atención al aire… quién sabe. Tal vez aún puedas notar una brisa helada, una sombra cruzando el rabillo del ojo o un susurro en una lengua que ya no se habla.
¿Y si no era el Diablo?
¿Y si aquella figura que se aparecía no era un ente maligno, sino un vigilante del umbral, un guardián entre mundos, una advertencia simbólica del arrabal hacia el poder? ¿Y si lo que los vecinos temían no
era una entidad demoníaca, sino la culpa, la injusticia o el pasado no resuelto?
era una entidad demoníaca, sino la culpa, la injusticia o el pasado no resuelto?
Sea como sea, la puerta del Diablo forma parte del alma oscura y olvidada de Triana, y recuperarla es también rescatar esa Sevilla que aún respira entre sus calles
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